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23/10/2025

La atención primaria no debiera ser el recuerdo de lo que fuimos, sino el proyecto de lo que queremos ser.

La atención primaria no debiera ser el recuerdo de lo que fuimos, sino el proyecto de lo que queremos ser.

Redacto este artículo desde el recinto del 25º Congreso WONCA World en Lisboa. Me llama la atención ver médicos y médicas de familia de todo el mundo buscando el norte. Un norte que la atención primaria (AP) siempre ha tenido en forma de cuatro puntos cardinales clásicos descritos por Barbara Starfield como las “4 Cs” (y que Andrew Bazemore y Timothy Grunert han reformulado posteriormente como “las 7C”): el primer Contacto, la Continuidad, la Integralidad (Comprehensiveness) y la Coordinación. A estas 4 C se añaden Comunidad, Cronicidad/Complejidad y atención centrada en la persona (patient-Centeredness). Más que una teoría, es una manera de entender la salud y la organización del sistema que, cuando se aplica, mejora los resultados en salud, reduce las desigualdades y hace sostenible la atención. Y sin las 4 Cs (o sin las 7 Cs), no hay una AP fuerte. Y sin una AP fuerte, no hay sistema nacional de salud que aguante a largo plazo. Estas raíces de la atención primaria nos recuerdan que “citar” (desde teléfonos centralizados) no es atender, y que lo que cambia inercias es la cercanía y la calidez, la necesaria longitudinalidad, la innegociable continuidad, la preciada integralidad, y la fluida coordinación, que evitan duplicidades, pruebas innecesarias e itinerarios laberínticos. 

En el mismo congreso, las palabras clave que más resuenan son, curiosamente, las que en nuestro país también intentamos actualizar: sostenibilidad, comunidad, salud mental y como no… inteligencia artificial con “toque humano”. Todo ello en un contexto de falta de profesionales de atención primaria en algunos países y un exceso de profesionales con especialidades focales: una realidad con la que estamos familiarizados en España. El programa del congreso mundial de la WONCA estableció como grandes ejes los siguientes: 

  1. · una nueva visión para la Atención Primaria y el desarrollo sostenible;  
  2. · el trabajo comunitario y los determinantes sociales;  
  3. · la revisión del quadrupleaim en tiempos difíciles: un cuádruple que debiera tender al quíntuple aim 
  4. · y la IA al servicio (no al mando) de la medicina de familia.  

Son líneas que, si las miramos bajo el filtro de nuestra realidad, interseccionan con aquello que estamos probando. El Comité de Evaluación, Innovación, Reforma Operativa y Sostenibilidad del Sistema de Salud (CAIROS) de Cataluña ha puesto en marcha una experiencia que puede ser tan sencilla de explicar cómo compleja de ejecutar (sobre todo sin recursos adicionales): seleccionar 27 centros para ensayar el modelo de Centros de Salud Integral de Referencia (CSIR), una propuesta con más autonomía, mayor capacidad de reorganización y una apuesta explícita por mejorar la accesibilidad y la coordinación (figura 1).  






El Govern se ha comprometido a una evaluación en 2026 para decidir la escalabilidad al conjunto del sistema. No es una declaración: contempla calendario y pactos que especifican proyectos, soluciones tecnológicas, adopción de innovación, desarrollo de competencias, orientación a la cronicidad y a los resultados, y reorganizaciones internas, entre otros. Quedan difuminados los criterios de inclusión de centros, los puntos de partida estructurales y competenciales de cada centro, las herramientas necesarias para lograr estos objetivos, y bajo qué modelo de gobernanza se desarrollarán acciones que requieren de mucha autonomía para alcanzar resultados palpables. A pesar de la variabilidad de las propuestas, a mi entender la evaluación tendrá que centrarse en resultados macro, y concretamente en tres esenciales: (1) la accesibilidad, (2) la calidad percibida por el usuario y (3) la calidad de vida profesional. Y para ello es imprescindible que los responsables de los CSIR ofrezcan proyectos de solvencia metodológica: sin esa condición no será posible ni la replicabilidad, ni la escalabilidad. 

De algún modo, la iniciativa de los CSIR ya explicita que buscan esta combinación: autonomía para reorganizar equipos, refuerzo de los perfiles no médicos, coordinación entre niveles y uso de tecnologías para disminuir la carga administrativa y concentrar el tiempo en la asistencia. Es exactamente lo que aquí, en el congreso de WONCA World, se presenta como agenda global de reforma: una primaria resolutiva, comunitaria y digitalmente inteligente, pero centrada en las personas. Y visto lo visto, añado una convicción personal que escuchando foros y experiencias de todo el mundo se ha hecho más sólida: a pesar de las dificultades —que las tenemos—, nuestro modelo de sistema nacional de salud en atención primaria es de los mejores del mundo. No porque sea perfecto, sino porque integra asistencia, investigación, docencia (universitaria y de posgrado), orientación comunitaria y una cultura clínica que ha entendido que el activo principal es el vínculo. Solo nos falta creérnoslo (en positivo), y más inversión. Cuando en las salas del congreso escucho debates sobre salud mental en atención primaria, sobre resiliencia de los equipos y sobre cómo los determinantes sociales deben abordarse desde el territorio, veo reflejos de proyectos que llevamos años llevando a cabo y que espero que ahora aceleremos, y publiquemos. Y es palpable la confianza global de que la medicina de familia es clave para el desarrollo sostenible y la equidad. 

Ahora bien, saber hacia dónde vamos no evita los baches del camino. En primer lugar, la accesibilidad es una tarea pendiente y urgente. No podemos permitir que una lumbalgia espere semanas ni que una baja laboral sea ni una urgencia ni una gincana. El proyecto CSIR fija un año para demostrar que reorganizar procesos y equipos, y reforzar la actividad en el domicilio, reduce listas y mejora la experiencia. La prueba piloto es valiente; pero la evaluación tendrá que ser creíble e implacable. 

En segundo lugar, la calidad percibida. La ciudadanía es nuestro mejor sensor. Pedirá cosas sencillas: “que me atiendan el teléfono, que me conozcan, que no me envíen de un lado a otro, que se acuerden de mí, que vengan a verme a casa...”. Eso es primer contacto y continuidad; eso es, también, dignidad. La tecnología puede ayudar, pero lo que marca la diferencia es el diseño de circuitos y equipos que miran a la persona antes que al proceso. 

Y en tercer lugar, la calidad de vida profesional. Si queremos continuidad, necesitamos plantillas bien dimensionadas, cargas razonables y liderazgos clínicos que protejan el tiempo para la complejidad y la comunidad. Porque no hay buenos resultados sin bienestar de los profesionales. 

Si en los próximos doce meses los CSIR demuestran que esto se puede hacer, y escalar, lograremos algo más que una reforma: renovaremos el contrato de confianza con la ciudadanía. Y si además, el CAIROS publica las reformas de transformación y modernización del sector hospitalario (que ostenta dos tercios del presupuesto en Cataluña) antes del fin de 2025, creeremos que todo esto va en serio. 

Antoni Sisó-Almirall